El Regional Economic Outlook del Fondo Monetario Internacional (FMI), publicado la semana pasada, ratifica algo que vienen debatiendo economistas heterodoxos hace décadas: el grueso del crecimiento económico de América Latina no se debe al boom de commodities, ni al desarrollo del sistema financiero, ni a la calidad de las instituciones. Se debe, más bien, al crecimiento del factor trabajo en los últimos veinte años.
De manera más precisa, se explica por la expansión de la población económicamente activa que asume la forma de un dividendo demográfico de nuevos entrantes laborales y de un dividendo de género por una mayor participación laboral femenina. El factor trabajo explica más del 60% del crecimiento económico entre 2003 y 2012.
Esto que pareciera un artificio estadístico, constituye un dato importante del patrón latinoamericano de crecimiento de los últimos tiempos. ¿Qué significa? Que, en la mirada agregada de las cuentas nacionales, el peso de traslaciones laborales que generan más demanda efectiva, es mayor que el peso de las exportaciones netas, que la formación bruta de capital, y por supuesto, mayor que el cambio tecnológico en nuestras economías.
Esto que pareciera un artificio estadístico, constituye un dato importante del patrón latinoamericano de crecimiento de los últimos tiempos. ¿Qué significa? Que, en la mirada agregada de las cuentas nacionales, el peso de traslaciones laborales que generan más demanda efectiva, es mayor que el peso de las exportaciones netas, que la formación bruta de capital, y por supuesto, mayor que el cambio tecnológico en nuestras economías.
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